Un día más, una guardia más (por Ramón Pascual)
Todo tranquilo hasta que deja de serlo.
A media mañana nos activan por una herida extremidad superior en zona rural.
Mientras nos desplazamos al lugar, nos informan desde el centro coordinador, que se trata de una herida producida por una motosierra. Al mismo tiempo observamos que la unidad aérea medicalizada, sobrevuela por encima de una montaña. Lo que nos da una idea que la zona donde vamos será de difícil acceso. Al llegar al punto donde nos lleva el gps, en medio de una carretera secundaria, tenemos que subir por un camino en dirección al lugar del incidente, pero lamentablemente no podemos avanzar demasiado, por lo que toca parar, cargar con el material necesario, y empezar a subir montaña arriba.
Vemos que la unidad aérea medicalizada, el helicóptero, ha aterrizado bastante más arriba de nuestro punto, y que los compañeros de esa unidad están con el herido, mucho más arriba que el helicóptero, que les ha dejado en estacionario, y luego por problemas del terreno ha tenido que aterrizar bastante más abajo.
Por lo que no nos queda otra que subir montaña lo más rápido posible, pues desconocemos la gravedad del incidente.
Subir cargados montaña arriba no es sencillo. Y menos cuando de tu celeridad depende la salud de una persona.
Por suerte, esta no es la primera excursión por la montaña que uno realiza.
Hace unos meses, me encontré con una situación similar. Situación que finalmente llevo a final feliz, pero donde sufrí lo que no está escrito. Por culpa de mi falta de entreno, mi pulsaciones se dispararon en el ascenso. La musculatura de mis piernas amenazaban con fallar en cualquier momento, y mis piernas temblaban más que un flan. En resumen, no fue mi mejor experiencia.
Pero como no hay mal que por bien no venga, decidí que esa mala experiencia tenía que ser un punto y aparte en mi vida.
Desde ese día, empece a hacer pequeñas salidas andando en mi tiempo libre. Andar durante 30 minutos era una pequeña hazaña. Con las semanas, esos 30 minutos pasaron a ser 60 y 90 minutos, hasta el día que empece a trotar en series de 5 minutos. Caminaba un buen rato, corría 5 minutos, y así durante tres series.
En un par de meses, ya podía correr durante 30 minutos seguidos. Mis piernas ya no estaban tan débiles, mi frecuencia cardíaca había descendido sustancialmente, mi peso corporal mejoraba, incluso descansaba mucho mejor por las noches.
Ahora, meses después, puedo salir a correr incluso un par de horas por la montaña. A un ritmo tranquilito eso si, pero disfrutando enormemente.
Ese día, ese nuevo servicio de rescate en montaña, se volvía a repetir una experiencia similar. Pero mi cuerpo era otro.
Agradecí enormemente mi nueva situación física. Pude subir esa montaña con mucha más soltura, y conseguí llegar hasta la persona afectada y mis compañeros de la unidad aérea en un estado mucho mejor para realizar mi trabajo. Muy diferente de la pasada vez.
Y no solo hace falta encontrarse con este tipo de servicios para apreciar lo importante que es estar en una forma física aceptable. Un habitual servicio en un accidente de tráfico, o bajando a un afectado pesado, de un cuarto sin ascensor con la silla de rescate, también son ocasiones donde se agradece mucho estar en un buen estado de forma. Las probabilidades de lesionarte descienden enormemente, y sobre todo, y lo más importante, las probabilidades de no empeorar el estado del afectado, y de realizar una intervención de calidad, ascienden de manera contundente.
Por suerte, en este ultimo servicio de rescate en la montaña, todo salió bien.
Por nosotros y por nuestros pacientes, cuídate.
Ramón Pascual (TES SEM Catalunya)
A media mañana nos activan por una herida extremidad superior en zona rural.
Mientras nos desplazamos al lugar, nos informan desde el centro coordinador, que se trata de una herida producida por una motosierra. Al mismo tiempo observamos que la unidad aérea medicalizada, sobrevuela por encima de una montaña. Lo que nos da una idea que la zona donde vamos será de difícil acceso. Al llegar al punto donde nos lleva el gps, en medio de una carretera secundaria, tenemos que subir por un camino en dirección al lugar del incidente, pero lamentablemente no podemos avanzar demasiado, por lo que toca parar, cargar con el material necesario, y empezar a subir montaña arriba.
Vemos que la unidad aérea medicalizada, el helicóptero, ha aterrizado bastante más arriba de nuestro punto, y que los compañeros de esa unidad están con el herido, mucho más arriba que el helicóptero, que les ha dejado en estacionario, y luego por problemas del terreno ha tenido que aterrizar bastante más abajo.
Por lo que no nos queda otra que subir montaña lo más rápido posible, pues desconocemos la gravedad del incidente.
Subir cargados montaña arriba no es sencillo. Y menos cuando de tu celeridad depende la salud de una persona.
Por suerte, esta no es la primera excursión por la montaña que uno realiza.
Hace unos meses, me encontré con una situación similar. Situación que finalmente llevo a final feliz, pero donde sufrí lo que no está escrito. Por culpa de mi falta de entreno, mi pulsaciones se dispararon en el ascenso. La musculatura de mis piernas amenazaban con fallar en cualquier momento, y mis piernas temblaban más que un flan. En resumen, no fue mi mejor experiencia.
Pero como no hay mal que por bien no venga, decidí que esa mala experiencia tenía que ser un punto y aparte en mi vida.
Desde ese día, empece a hacer pequeñas salidas andando en mi tiempo libre. Andar durante 30 minutos era una pequeña hazaña. Con las semanas, esos 30 minutos pasaron a ser 60 y 90 minutos, hasta el día que empece a trotar en series de 5 minutos. Caminaba un buen rato, corría 5 minutos, y así durante tres series.
En un par de meses, ya podía correr durante 30 minutos seguidos. Mis piernas ya no estaban tan débiles, mi frecuencia cardíaca había descendido sustancialmente, mi peso corporal mejoraba, incluso descansaba mucho mejor por las noches.
Ahora, meses después, puedo salir a correr incluso un par de horas por la montaña. A un ritmo tranquilito eso si, pero disfrutando enormemente.
Ese día, ese nuevo servicio de rescate en montaña, se volvía a repetir una experiencia similar. Pero mi cuerpo era otro.
Agradecí enormemente mi nueva situación física. Pude subir esa montaña con mucha más soltura, y conseguí llegar hasta la persona afectada y mis compañeros de la unidad aérea en un estado mucho mejor para realizar mi trabajo. Muy diferente de la pasada vez.
Y no solo hace falta encontrarse con este tipo de servicios para apreciar lo importante que es estar en una forma física aceptable. Un habitual servicio en un accidente de tráfico, o bajando a un afectado pesado, de un cuarto sin ascensor con la silla de rescate, también son ocasiones donde se agradece mucho estar en un buen estado de forma. Las probabilidades de lesionarte descienden enormemente, y sobre todo, y lo más importante, las probabilidades de no empeorar el estado del afectado, y de realizar una intervención de calidad, ascienden de manera contundente.
Por suerte, en este ultimo servicio de rescate en la montaña, todo salió bien.
Por nosotros y por nuestros pacientes, cuídate.
Ramón Pascual (TES SEM Catalunya)
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