Ayer fue una mala guardia...
Ayer fue mala guardia. Llegué a casa agotado, casi con ganas de llorar, hubo de todo, incluso situaciones que no creía que vería jamás. Caí rendido en la cama, Morfeo hizo su trabajo.
Me levanté de sopetón, sin valorar lo que había dormido, me quedaban aún tres horas para entrar a trabajar, y los recuerdos de la última guardia aún estaban en mi cabeza.
Apenas di tiempo a que esas sombras volvieran a mí, cogí las zapatillas y me fui al parque de al lado de mi casa a correr un rato y saltar un par de bancos, o sea, como cuando era un niño.
Tras 35 minutos de movimiento, la sonrisa de satisfacción se instaló en mi rostro, "¡ahora sí, vamos a ello!".
Entré en la nave de relevos con una luz especial, sabía que iba a ser un gran día.
Primer aviso, un domicilio, crisis de ansiedad.
Bueno, entremos con buen pie, nunca sabes que puede pasar por esa cabeza de la persona que nos requiere.
Nada más llegar al cuarto piso sin ascensor, vimos la puerta abierta, requerimos policía pero nos informan que tardarán... oímos gritos en la calle.
Entramos despacio, pidiendo permiso e identificándonos claramente y... sí... José estaba en el marco de la ventana mirando al suelo... "¡no puede ser!", las sombras intentaron volver a mi cabeza, pero no pudieron en esta ocasión.
Me acerqué muy despacio, tratando de hablar a la persona, no sé de qué hablé exactamente, pero le dije que había más días para hacer eso que tiene en mente, que no fuera en mi guardia.
Me miró de repente fijamente, no estaba acostumbrado a que le dijeran que podía hacerlo otro día, y empezamos a hablar.
En un momento, un movimiento corporal y un gesto en la cara de José me hizo ver ese acercamiento y esa sintonía, seguimos con la conversación.
Tras 12 minutos, José, bajó del marco de esa triste ventana y empezó a llorar, se derrumbó en el suelo lleno de lágrimas.
Mi compañero controló todo el entorno y la muchedumbre profesional y social que se suele liar en estos momentos, pudiendo bajar con José, con cierta tranquilidad ambiental, hasta la ambulancia y trasladarle a su hospital.
El aviso se acabó para mí.
No hubo tiempo para valorar lo sucedido, las intervenciones cayeron una tras otra hasta finalizar la jornada.
Llegué a casa, y sin pensarlo, cogí mis cascos y mis zapatillas, y volví al parque donde todo empezó antes de esta última guardia... ya no me caían lágrimas, solo un brillo en mis ojos que se elevaron a mirar las nubes que traían agua, no importaba, estaba todo bien hecho, sabía que tantas horas de formación, experiencia y el trabajo en equipo, me ayudaban en mi día a día, por todo ello, delante de un charco dejado por la pequeña tormenta que hizo presencia durante mi momento, me vi reflejado y... me dije "¡¡gracias!!".
Daniel Mercado Cabrejas
TES SAMUR-PC
Miembro Grupo Gestión Emocional y Humanización en Emergencias (GEHSEMES)
Creador Iniciativa #tesenforma
Comentarios
Publicar un comentario