«¡Aquí! ¡Aquiiií!» (por E.C.)

No sé si es fruto de la casualidad o las coincidencias dan credibilidad a esos estudios empíricos, y de poco fuste, ¡la verdad! Esos que nos dicen que los días de luna llena se suceden eventos violentos, sube el índice de criminalidad o qué incluso tienes mayor número de papeletas de morir en un accidente de tráfico.
Es en este mes de septiembre, que su luna llena nos ha puesto a prueba. Más que en la pericia del desarrollo de nuestras habilidades como técnicos, en la resistencia física del equipo.
Azul, verde, piedra y marrón. Son los colores ocultos por las sombras de esa noche de luna llena. Salpicados por ese vehículo que aparece, como la proa de un barco, por encima de un pequeño talud, al lado derecho de aquella carretera comarcal. Abriéndose camino por un mar de ramas caídas de un viejo algarrobo y otro tipo de vegetación casi de sopetón damos con el lugar. Está oscuro. La nula iluminación de la vía a esas horas, le da al conjunto un aspecto lúgubre.
El aviso ha sido claro, pero la precisión de la ubicación brilla por su ausencia. Es en esa madrugada y ya casi al alba del nuevo día que tuvo el accidente.
Llegamos como primeros actuantes. Muy probable que las dos dotaciones de bomberos que vinieron más tarde también tuviesen mal embarcado la posición del siniestro ¿Quién lo sabe? Son esos días de luna llena, que todo tiene un rodar propio y diferente.
El vehículo está seguro en la posición que había quedado, más guardaba en su interior a la ocupante, desprendida de su cinturón de seguridad y caída sobre el asiento del ocupante delantero.
El coche estaba inclinado sobre ese lado en su totalidad y de él solo salía un grito desesperado iAquí!.
Sube, baja por el talud, a saber las veces.
Rodeas el coche, inspeccionando riesgos y algún posible acceso.
Vuelves a bajar y subir... Acercas material.
Vemos la paciente y no podemos acceder. Todos los cristales están enteros y no queremos romper ninguno para evitar lesionar a la paciente con ellos.
Las puertas de la derecha inaccesibles por estar el coche apoyado por esa banda al talud. Las de la izquierda inaccesibles por la altura del mismo y por el riesgo de quemarnos con las partes calientes del motor que quedan expuestas...
-¿Estás bien? ¿Estás atrapada por alguna parte del vehículo?
-¡No! Quiero salir...
-Mira, te sacaremos en breve. Necesitamos que no te muevas más y estés tranquila
-Me duele el brazo...

Finalmente podemos acceder abriendo las puerta traseras de aquel vehículo. Dentro hay una neblina extraña. Un olor denso que hace difícil respirar con normalidad. Parecía humo, pero en realidad era el polvillo que desprenden los airbags al dispararse y salir de sus receptáculos.

Salir en frío y ponerse a una actividad física de esas demanda de energía para el desempeño de cualquiera que sea el servicio, te hace mella y el cuerpo entra en rebeldía consigo mismo. Pero lo dejas de lado y te pones a darlo todo.
Hechas las inmovilizaciones pertinentes, controlada toda la cintura escapular y cuello sacamos a Eva.

-¡Ha sido solo un segundo! Me he dormido.

Trabajo. Estrés... Esa madrugada nuestra luna llena puso en jaque a nuestra conductora y a nosotros nos examinó en educación física
Casi casi se convierte en una constante la buena praxis de funciones como técnico y el rendimiento físico.
Porqué cuando no es una salida a montaña, será una aproximación a pie lejos de nuestra unidad y si no nos esperaran una buena subida de escaleras hasta un octavo piso. ¡Haya o no Luna!

Todo acabó un con un ¡GRACIAS!
Para esa muchacha esa noche sus ángeles de la guarda  vestían de amarillo. 
Y es que nuestra luna puede ejercer influencia en las mareas, en las actividades agrícolas, etc... Pero en sus días de clara oscuridad, no puede hacer que lo esencial de los técnicos sea invisible a los ojos de los que requieren ayuda.

E.C.
T.E.S. Ambulancias Egara

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